Del mismo modo que las ciudades son buenas para los emigrantes, los emigrantes son buenos para las ciudades. En 2008, el 36% de los neoyorquinos había nacido en el extranjero y el 48% hablaba en su casa una lengua que no era el inglés. A excepción de 12 de los 118 años comprendidos entre 1891 y 2009, la Filarmónica de Nueva York ha dependido de directores nacidos en el extranjero. También la cultura neoyorquina de los bagels, las pizzas y el pollo kung pao tiene origen fuera del continente. En todo eso se benefician ciudades e inmigrantes.
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